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15 de marzo: Día del consumo responsable

  • comunicacion376
  • 15 mar
  • 4 Min. de lectura

¿Cómo nuestras decisiones impactan el planeta?


El 15 de marzo se conmemora el Día del Consumo Responsable, una fecha que nos invita a reflexionar sobre el impacto que tienen nuestras decisiones de compra en el ambiente y la sociedad. Este día se originó en 1962, cuando se reconoció el papel fundamental de las personas consumidoras en el proceso productivo.


Cada elección que hacemos, desde los alimentos que consumimos hasta la energía que utilizamos, tiene un impacto ambiental. De ahí surge el concepto de “consumidor responsable”, que implica ser conscientes de las consecuencias ecológicas y sociales de nuestros hábitos de consumo.





¿Qué implica ser un consumidor o consumidora responsable?

Nadie puede vivir sin adquirir productos o bienes, pero sí podemos hacerlo de manera informada. Esto implica conocer el origen de los productos, su impacto ambiental y las condiciones en las que fueron producidos. Desde el agua que bebemos hasta la energía que usamos, la ropa que vestimos y los alimentos que consumimos, todo tiene un impacto ecológico que podemos minimizar con nuestras elecciones.


El modelo de producción actual sigue una lógica de “extraer, producir, desperdiciar”:


  1. Extraemos de la tierra recursos como minerales, metales, petróleo, agua y energía.

  2. Fabricamos productos con esos materiales, utilizando grandes cantidades de energía.

  3. Distribuimos y consumimos esos productos, muchas veces sin conocer su impacto.

  4. Desechamos los productos cuando dejan de ser útiles, generando residuos en exceso.


¿Podemos identificar algún problema ahí?


Este sistema ya está alcanzando el límite de su capacidad física, ya que estamos consumiendo demasiados recursos, utilizando energía no renovable y generando una gran cantidad de residuos en muy poco tiempo.


Entonces, en nuestra economía lineal, estamos constantemente consumiendo y perdiendo todos estos recursos, afectando nuestro ambiente y la sociedad. ¿Por qué decimos esto?

Porque consumimos mucho más de la capacidad de los ecosistemas para producir materiales biológicos útiles y absorber todos nuestros desechos. A esto lo llamamos biocapacidad, y se refiere al espacio que cada uno necesita para obtener servicios ambientales para vivir, por ejemplo, producir alimentos, obtener agua potable y absorber todos los desechos que cada uno genera.


El verdadero problema es que nuestra huella ecológica es de 2.8 hectáreas por persona, cuando el planeta solo puede proporcionar 1.8 hectáreas por persona (WWF, 2012).


¿Cómo podemos cambiar el modelo de consumo?

El modelo de “extraer, producir, desperdiciar” ha llegado al límite de su capacidad. Una alternativa atractiva es la economía circular, que busca redefinir el concepto de crecimiento, priorizando beneficios ambientales y sociales.


Este modelo implica disociar la actividad económica del uso de recursos finitos y eliminar los residuos desde el diseño. Respaldada por una transición a fuentes renovables de energía, la economía circular crea capital económico, natural y social, y se basa en tres principios:


  • Eliminar residuos y contaminación desde el diseño.

  • Mantener productos y materiales en uso.

  • Regenerar sistemas naturales.


La transición hacia una economía circular no se limita a ajustes que reducen los impactos negativos de la economía lineal, sino que representa un cambio sistémico. Ella construye resiliencia a largo plazo, genera oportunidades económicas y de negocios, proporciona beneficios ambientales y sociales.


Se necesita hacer una transición hacia la llamada economía circular, donde los recursos naturales se transforman en materias primas utilizadas en la producción de bienes distribuidos y consumidos por actores públicos y privados, generando residuos que son recolectados, tratados, reciclados y dispuestos finalmente. El principal objetivo de la economía circular es utilizar al máximo los recursos.


Uno de los mayores desafíos actuales es integrar la sostenibilidad ambiental con el crecimiento económico y el bienestar social, evitando que el desarrollo continúe degradando el ambiente. Para ello, debemos ser conscientes del impacto de nuestros consumos y procesos productivos, buscando modelos más sostenibles e inclusivos.


Según ONU Ambiente, las prácticas de consumo y producción sostenibles implican respetar los límites biofísicos del planeta y reducir las tasas actuales de consumo global para ajustarlas a la capacidad del planeta de generar recursos y servicios ecosistémicos.


Consumir menos y mejor: acciones cotidianas para un futuro más sostenible

Adoptar hábitos responsables no significa dejar de consumir, sino hacerlo de manera más inteligente.

Elegir productos locales y de temporada para reducir la huella de carbono.

Optar por opciones reutilizables y evitar plásticos de un solo uso.

Reparar y reutilizar en lugar de desechar para prolongar la vida útil de los productos.

Reducir el consumo de ropa, electrónicos y otros bienes de alto impacto ambiental.

Elegir productos libres de agroquímicos.

Compostar los residuos orgánicos para disminuir la cantidad de desechos enviados a los vertederos.


Cada pequeña acción cuenta en la construcción de un futuro más sostenible.




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Desde Agenda Ambiental, brindamos charlas y capacitaciones sobre consumo responsable para empresas y organizaciones, tanto en la oficina como en la vida cotidiana. Creemos que la educación y la acción colectiva son clave para construir un modelo de consumo más justo y sostenible.


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